This is us (Parte I)

De cómo el home office se convierte en un Fashion Emergency

Mucho se habla de los beneficios y perjuicios (prejuicios cabe perfectamente igual para lo que detallaré a continuación) del home office.

Quienes poco y nada entienden de esta modalidad de trabajar a distancia, y no de forma presencial, creen que la vida para nosotros es un lecho color de rosas.

La vida real no es una película

La frase: Pasa en la vida, pasa en TNT, dista bastante de nuestra realidad.
Las novelas que consumíamos en nuestra juventud, donde los personajes se levantaban con el pelo “como recién salido de la peluquería”, un labial a prueba de todo (y que no dejaba marcas en la almohada), delineador, rímel y sombras pintadas por Da Vinci, lencería top, alientos de bebé y desayunos donde, por alguna extraña razón, siempre hay croissant, (aun habiéndose despertado a las 6 a. m.) son muy lejanas a nuestra realidad, los nómades digitales.

 

Ellos (los seres de las novelas)
Siempre bien vestidos, con grandes oficinas en el hogar, pantalones color caqui, camisas planchadas por los pliegues, mujeres con trajes a lo Jackie Kennedy con los infaltables tacos aguja de 15 cm… y trabajaban en casa. El cabello impoluto, barba prolija, rostro iluminado y resplandeciente, outfit impecable… OK, ¿ya armamos la imagen?

Bien, entonces, es hora de tirar lavandina al asunto y sincerarnos.

Nosotros (cavernícolas que apenas si vemos filtrar la luz solar por la ventana)
La realidad es que trabajar desde casa tiene muchas cosas a favor, pero seamos sinceros, ¡de glamoroso no tiene nada!

Cabello. Para quienes ostentamos una cabellera lanuda, confesemos que los momentos de reuniones con cámara suelen ser un incordio. El peine no es un aliado de nuestras mañanas. Es más, ya casi es una decoración que está en “algún” lugar olvidado del baño y con quien mantenemos una eterna rivalidad. “Para muestra basta un botón”, decía mi abuela.

Vestimenta. Todos sabemos que hay “uniformes” para quienes trabajamos a pocos metros de la cama. Toda la ropa con la que no saldrías siquiera a tirar la basura es la ideal para trabajar. Remeras que cumplen varias décadas y, por alguna extraña razón, siguen entrando (al menos por el agujero de la cabeza). Buzos con todo tipo de manchas de comida de alguna fastuosa cena del siglo pasado, pantalones sin elástico y atados con un ganchito binder para que no se caigan, zapatillas con “respiración natural”, y medias desiguales. Pero ropa de dormir, nunca. ¡Estamos trabajando, gente!

Hoy las novelas ya son series que reflejan y se acercan un poquito más a la realidad.

La vida no es Hollywood.
Es hora de decir la verdad: trabajamos creyendo que somos modelos de una revista top cuando en realidad estamos más cerca de Shrek y Fiona después de darse un chapuzón en el lodo.

Los otros
Me juego el update de Windows 11 que todo el mundo cree que al trabajar desde tu casa, estás mirando la compu y jugando al Candy Crush mientras te pintas las uñas, llamás a tus amigos para arreglar una salida nocturna, atendés al electricista y, de paso cañazo, planificás un viaje de ensueños.

Por eso, el encargado te toca el timbre a cualquier hora para contarte que el ascensorista lo dejó clavado a las 7 a. m., un conocido te llama para darte una charla eterna sobre la nada (total tenés tiempo de charlar porque estás en tu casa) y te mantiene en el teléfono por más que intentes explicarle que tenés una entrega de 5 k en media hora y todavía no cargaste los archivos porque se tildó memoQ, 600 mensajes en Skype, 250 emails e incontables mensajes de Whatsapp que te reclaman prestar atención a todo lo anterior… ¡Pero si estás en tu casa!

La realidad es que estás frente a la máquina casi sin pestañear, tecleando a ritmo de aleteo de colibrí, pensás, anotás, tachas, leés y releés… y la concentración no siempre llega a su punto álgido.

Sí, es cierto que trabajamos desde casa. Felices. No tenemos que ir a tomar el colectivo ni ser víctimas de paros, piquetes, frío, lluvia, nieve, truenos, rayos ni centellas. Las reuniones las hacemos en joguineta y pantuflas, sin necesidad de “empilcharnos” (salvo de la cintura para arriba si tenemos programada alguna sesión en Meet).

Estamos como queremos. Pero claramente, ¡estamos como podemos! Tantas horas en la silla y con un nivel de concentración tal que no nos dimos cuenta de que la cintura se desacomodó, el globo ocular tiene un peligroso color rojo morado, el sol que nos dio la bienvenida a la mañana desapareció sin pedir permiso y el mate preparado temprano ya mutó en unos simpáticos palitos-balsa que nadan a la espera del salvataje de un anunciado naufragio.

Pero… ¿y la vida social con tus coworkers? Si te contara… Pero eso, eso es para otro momento.

Laura Jmelnitzky
In Good Spanish

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